La normalidad del horror
Por Lorenzo Gonzalo, 21 de agosto del 2012
En los periódicos salen noticias de defunciones a diario. El martes 21 de Agosto apareció una que menciona la muerte de Eduardo Ojeda Camaraza, un hombre de 87 años a quien muchos conocieron como el abuelo.
La significación de la noticia estriba en que la persona fallecida fue parte del grupo de hombres entrenado por la CIA, o sea la Agencia Central de Inteligencia de Los Estados Unidos de América, con el objetivo de derrocar al gobierno provisional revolucionario del Estado cubano existente en la Isla en el año 1959.
Pero más significativo aún que la mención del triste fallecimiento de Ojeda, es la manera cruda, abierta y sin tapujos que la noticia habla de infiltrados en Cuba, “aprobados” previamente por uno de los organismos de inteligencia más poderosos del Planeta Tierra.
Para las personas que creemos en la democracia, la participación, la independencia de ideas y juicio, y el derecho de los ciudadanos de cualquier nación a decidir sobre sus asuntos internos y elaborar estrategias para defenderse, aunque deban para ello recurrir a períodos de excepción y a procedimientos militares, como única forma de afianzar la defensa, nos sigue resultando insólito que haya existido y continúe ejercitándose, el falso concepto, de que un país como Los Estados Unidos asuma como “algo de absoluta normalidad” interferir y decidir sobre terceros. Arrogándose incluso el derecho de asesinar a los dirigentes y personalidades de otras naciones, que consideren clave para evitar la consolidación de procesos con los cuales no comulgan.
Nadie en sus cabales y conciente de la complejidad de los procesos sociales, puede negarle a otro país, ni siquiera al Estado que se dirige desde Washington en el Norte de América, estar en desacuerdo con otros. Lo que no es aceptable es otorgarle el derecho de intervenir y asumir posturas unilaterales, determinando quien debe vivir y quienes deben morir.
La noticia de la muerte de Ojeda, a quien conocí durante largos años de prisión, principalmente por sus vínculos con el movimiento contrarrevolucionario dirigido por Manuel Artimes Bueza, quien fue la persona designada por los órganos de inteligencia para que precediera como dirigente político la invasión de Bahía de Cochinos, tiene una connotación que va más allá de la tristeza que nos causa la desaparición de un ser humano. Especialmente cuando se trata de personas buenas, comunicativas, alegres con un gran sentido de la camaradería como lo fue siempre Eduardo Ojeda.
La política y las doctrinas no deciden quienes son buenos ni malos, sino simplemente muestran las diferencias de pensamiento. Nada me ataba a Ojeda en cuanto a su manera de pensar, porque desde entonces y desde antes de conocerlo, mis criterios políticos e ideológicos navegaban en otra dimensión, aun cuando contradictoriamente coincidiéramos brevemente, en una estrategia que la vida probó equivocada y que yo rechacé de plano muy poco tiempo después de haberla concebido.
Se trataba de una persona honesta y aunque perdí contacto con él luego de sus años de prisión, lamento no haberlo visto en otras oportunidades, y sentir su calor de ser humano, al margen de sus ideas políticas y de sus criterios sociales.
La noticia de su muerte me sorprendió porque se había convertido en una de esas personas que por la falta de contacto personal se convierten en un archivo pasivo del pensamiento.
Pero lo que más me ha llamado la atención el la manera descarnada, desenfadada y casi desfachatada, con que la noticia habla de las conexiones con la inteligencia estadounidense, de sus intervenciones en los asuntos internos de Cuba y del rol de Washington y sus macabros organismos, en la dirección suprema de un asunto que suponía ser privativo de los cubanos. Lo más brutal de la noticia es la manera como normalizan el horror.
Este artículo no lo escribo para que lo lean quienes asumieron hace cincuenta y tres años y para quienes lo entendieron así mucho antes, que Los Estados Unidos tienen el derecho de dirigir a Cuba y organizarla como les plazca.
El artículo simplemente tiene la intención de destacar la mayor dificultad que enfrenta la complejidad del proceso cubano en su busca de justicia y en su intención de alcanzar una democracia superior a la heredada de es magnífico evento que terminó llamándose liberalismo. Esa dificultad radica precisamente en la intervención descarnada de Washington en asuntos que no son de su competencia y que contravienen las leyes internacionales.
Lean el artículo de El Nuevo Herald. Especialmente quienes viven en Europa, en Cuba, en Latinoamérica y otros sitios, alejados de la aberración que endiosa y sanciona la participación del poderoso Norte, en su afán por dirigir los destinos de “los países de segunda clase”. Allí verán como se dice con mucha naturalidad de “la temprana llegada de Ojeda a la Isla como integrante de la invasión de 1500 hombres, respaldada por la CIA, en abril de 1961”…. “a mediados de 1960 Ojeda oyó hablar de un plan dirigido por Estados Unidos para realizar una invasión a la isla con exiliados cubanos que estuvieran físicamente aptos”….
La muerte de un ser humano es siempre una pérdida para la humanidad. La muerte de los demás siempre nos degrada y la nuestra, degrada a los demás. Esto lo dijo alguien cuyo nombre ahora no recuerdo.
Triste la muerte de Ojeda pero mucho más es haberlo leído en una noticia que obvia la ruindad ética de un país poderoso manipulando y arrogándose el derecho de inmiscuirse en los asuntos internos de otros. En el caso de Cuba la práctica de esta política ha causado enormes pérdidas materiales, humanas y entorpecimientos inimaginables para organizar el Estado con ponderación y sin temores de un ataque artero como el de Playa Girón.
El cinismo en este sentido ha calado tan profundo el pensamiento de algunos que en ciertos círculos se habla de la intervención de Washington en los asuntos cubanos con tal normalidad que los comentarios sancionan y justifican la inmoralidad de semejante proceder.
Lean el Nuevo Herald del martes 21 de Agosto, para que puedan entender hasta donde la interpretación distorsionada de la realidad es la verdadera razón de los avatares y dificultades que nos han afectado a los cubanos que sin tener nada que ver con el gobierno cubano, hemos sido las mayores víctimas de las inmoralidades políticas de Washington y de sus violaciones del Derecho Humano del pueblo cubano.
Que descanse en paz Eduardo Ojeda Camaraza. Por allá nos veremos para reír un poco. Hasta más tarde
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