ELIGIO DAMAS
Pocos días atrás, Antonio Ledezma, Alcalde Metropolitano de Caracas, importante figura en la MUD, organización en la cual forma parte toda la derecha venezolana, en un momento de un discurso que pronunciaba en alguna parte, dijo dirigiéndose a su candidato presidencial, el señor Capriles, que se ocupase al llegar a Miraflores, palacio presidencial de Venezuela, de procurar que “Bolívar descansase en paz”.
Inmediatamente vino a mi mente aquella madrugada del golpe de Estado contra el presidente Chávez, cuando la tétrica figura de Pedro Carmona ocupaba la pantalla del televisor y detrás la pared cubierta de madera, en el salón del palacio que usualmente ocupa el presidente para actos protocolares.
-“¡Observa mi amor, han retirado el cuadro de Bolívar!”.
Ese comentario, asombrada, me hizo mi compañera. En efecto, un cuadro del “Libertador” que por años allí había estado, no aparecía ahora. Pedro Carmona, también pensó que había que mandar a Bolívar a “descansar en paz”
Pero al escuchar aquello, tambièn recordé una pequeña historia venezolana, recogida por el cantautor popular Alì Primera, en la cual Bolívar conversa con un niño.
El Libertador pregunta a su contertulio refiriéndose a las viejas autoridades y representantes del capital:
-“¿A qué vienen cada cierto tiempo al panteón nacional, con la excusa de homenajearme?”
El infante respondió:
-“A asegurarse Libertador, que usted está bien muerto.”
El discurso de Ledezma, la solicitud que hace a Capriles, es todo un poema. Una manifestación contundente, como es de verdad que “la espada de Bolívar camina por América Latina”. Y lo que eso aterra a la derecha, al gran capital internacional, potencias del capitalismo; en definitiva, a los enemigos del movimiento popular y la unidad de nuestros pueblos.
Por eso, fueron por años al panteón, con la excusa de llevarle unas esmirriadas coronas, a asegurarse que Bolívar, para decirlo en lenguaje coloquial venezolano, “estaba enterrado bien jondo”.
No les hicieron caso a aquellos profetas del pueblo, muchos intelectuales tan brillantes como modestos, incontables maestros exquisitos y visionarios como la cumanesa Zenaida Varela, quienes insistían en decir que Bolívar era una antorcha cuya llama mantenía alumbrado el camino.
“Bolívar es una antorcha viva; no hay ni habrà forma de apagarla.”
No cabe duda que Pablo Neruda le vio un día en las calles de Madrid, en la “boca” del Quinto Regimiento. Son verdaderas las infinitas versiones que aseguran haberle visto al frente de cuánta protesta popular por la justicia se han producido en el mundo. Porque es verdad que como dice el gran poeta chileno, Bolívar está en todas partes y todo lleva su nombre. Sobre todo aquello que está lleno de fe, esperanza, amor y solidaridad.
No es casual, ni producto de una vulgar estratagema que nuestro país se llame “República Bolivariana de Venezuela” y nuestro proceso se defina como “Bolivariano”. Ya el poeta antes mencionado había dicho hablando del genial caraqueño:
-“Por eso hay una ronda de manos junto a ti,
junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella”.
Ya no extraña escuchar en las calles de México o en cualquier parte, entre una multitud que se agita por una causa noble y un reclamo justo:
-“Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina.”
Enterramos el ALCA, participamos en el nacimiento del ALBA, UNASUR y CELAC, invocando el pensamiento y los sueños de aquél a quien Neruda llamó con admiración “pequeño Capitán”.
América nuestra, la que va desde el sur del río Grande a la Patagonia, que incluye a todos los pueblos del Caribe, anda en busca del camino que marcó el inmortal caraqueño, convencida que los de antes no funcionan, sólo sirven para favorecer a los egoístas de siempre o conducen a la misma trampa y, para eso, mira hacia dónde apunta la espada del capitán a quien creyeron muerto y ahora, sabiéndolo vivo, metido en la corriente humana, excitando a los inconformes, uniendo voluntades, concitando encuentros, como en sus mejores momentos, quieren que muera para siempre; a quien no pueden matar como no lo han podido hacerlo, pese a que creyeron acabado aquel aciago 17 de diciembre de 1830 . Pero él, vigilante empecinado, “despierta cuando despierta el pueblo”. Siempre está allí. De cualquier rincón sale a jugarse la vida, ayer, hoy y siempre.
Lo que dijo Ledezma, experto en estas cosas, ya fue edecán y guasón de Carlos Andrés Pérez, que Capriles debía asegurarse que Bolívar descansase en paz, no es otra cosa que intentar vanamente, una vez más, enterrar sus ideas, cortar todas las cabezas que las piensen. Es así, por qué cómo matar a quien:
“estás en la tierra, en el agua, en el aire
de toda nuestra extensa latitud silenciosa.
Tu pequeño cadáver de capitán valiente
ha extendido en lo inmenso su metálica forma,
de pronto brotan dedos tuyos entre la nieve
y el austral pescador saca a la luz de pronto
la sonrisa, tu voz palpitando en las redes.”
El discurso de Ledezma, propuesta a Capriles, quien no habrá dudado incorporarla a su programa, pasa por revisar el panteón, cerciorarse si allí está Bolívar. Hallará “su pequeño cadáver”; querrá enterrarlo muy hondo, pero no podrá evitar que aparezca en cualquier parte, bajo alguna forma. Porque está en todas partes donde hay una injusticia y es parte de la fuerza necesaria para cambiar y prolongar la vida.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 8/17/2012 01:34:00 p.m.
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