martes, 8 de mayo de 2012
RADIO MARTI , DE NUEVO EL CARDENAL
Radio Martí, de nuevo el Cardenal
Por Lorenzo Gonzalo, 8 de mayo del 2012
Por fin el gobierno de Estados Unidos se manifiesta en relación al ofensivo editorial escrito por el director de la Oficina de Transmisiones a Cuba, el señor Carlos Pérez.
Siendo Radio y TV Martí emisoras financiadas y reguladas por el Departamento de Estado de Estados Unidos, supuestamente todo cuanto diga, insinúe o suceda, en ese medio de difusión, está relacionado con la política exterior de este país.
El portavoz de la Junta de Gobernadores de Transmisiones, el señor Lynne Well, dijo refiriéndose al comentario irrespetuoso y desinformativo sobre el Cardenal cubano Ortega Alamino, recientemente publicado por Radio Martí y firmado por Carlos Pérez, que esa emisora tenía derecho a emitir comentarios y editoriales, debidamente firmados, sin importar el contenido.
Independientemente de quién lo diga, aun la misma Secretaría de Estado, ministerio al cual está adjunta esta Oficina de Transmisiones a Cuba, no hay explicación posible para confesar que un medio de esa naturaleza, confeccionado para fines propagandísticos y de desinformación, a favor de las políticas de Estados Unidos, esté autorizado a decir o hacer cosas que puedan contradecir el criterio o la estrategia de este poderoso Estado.
Quizás, la razón que con mucha frecuencia origina escenarios ambivalentes en relación a políticas internacionales estadounidenses o de actos de algunos de sus funcionarios, debemos encontrarla en el uso de declaraciones como estas, evidentemente copiadas de tácticas de inteligencia. No dudemos que algunas veces, dichas expresiones son producto de personas incapaces, pero en su mayoría responden a la dirección de los obscuros organismos cuyos trabajos consisten precisamente confundir.
La declaración del mencionado funcionario, dándole un espaldarazo al ofensivo editorial firmado por el tal Pérez, es la confirmación de que el Departamento de Estado descalifica al Cardenal y pretende crear la imagen de que la Iglesia Católica en Cuba, es una amanuense del gobierno cubano.
Radio Martí se creó en los años 80 para desestabilizar al gobierno de Cuba, coincidiendo con la época en que las cuestiones de la entonces Unión Soviética apuntaban al desastre y los centros de Poder de Estados Unidos apostaban por el inmediato derrumbe del proceso cubano, una vez que aquello sucediera. De alguna manera la aparición de una emisora como esta, cinco o seis años antes de la debacle soviética, dirigida a hacer propaganda dentro del pueblo de Cuba a favor del derrocamiento del gobierno de la Isla, estuvo concebida con propósitos de injerencia.
Pero más allá de labores que contradicen principios morales y sobre todo la ética de las relaciones internacionales, de la cual son signatarios la mayoría de los países, entre ellos Estados Unidos, el editorial acusando de lacayo a un prelado como el Cardenal Jaime Ortega Alamino es una bajeza.
Emisoras y medios de prensa fanáticos de Miami, se enfurecieron cuando el Cardenal dijo que quienes había provocado el show en La Habana eran delincuentes. Se trató de personas que penetraron en una iglesia negándose a salir de ella, hasta que no se cumplieran determinadas demandas políticas, que no se corresponden con los asuntos humanitarios que la institución atiende.
Cuando el Cardenal hizo esa declaración, no recurrió a la suciedad empleada por la mayoría de los políticos con el propósito de descalificar a un oponente, específicamente porque las personas que penetraron ilegalmente en ese recinto religioso, no son sus oponentes, sino unos pobres diablos confundidos por la propaganda bestial que existe alrededor de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
El Cardenal se remitió a los hechos.
Las personas que ocuparon aquella iglesia se dejaron llevar por la propaganda desinformativa de los medios respecto a Cuba, especialmente cuando el suceso aparenta desafiar al gobierno cubano.
No importa cuán mínimos e insignificantes sean los acontecimientos o gestos asumidos por cualquier persona, incluso si se trata de actitudes provenientes de algún enfermo mental que deambula por las calles, cualquier acontecimiento es entrelazado como si se tratase de un asunto político y magnificado en la prensa durante varios días. Esa función está a cargo, específicamente a cierta prensa de Miami y al periódico El País de España. Las corporaciones que controlan y dirigen la información en ambos sitios, representando intereses estadounidenses, los utilizan como caja de resonancia de la política diseñada en Washington.
Como desgraciadamente el Control de la Información brinda la ventaja de convencer sin razones a la mayoría de los lectores, ya sea por repetición o presentando acontecimientos dignos del ridículo como heroicos sucesos, las agencias que mueven peones haciendo pagos espurios a diestra y siniestra, llevan a la opinión pública la impresión de escenarios que nunca existieron.
Esta estrategia de mover a personas ajenas a las complicadas relaciones políticas que separan a Cuba y Estados Unidos, como el caso de la decena de personas que se apoderaron unas horas de esa iglesia en Cuba, es una socorrida práctica de los organismos subterráneos de los Estados para involucrar a víctimas inocentes.
El Cardenal, hombre de enorme ponderación, fiel representante de su institución, interesado en estimular las bondades humanas por encima de odios inútiles, confiado en el poder de la meditación, se informó de lo que estaba ocurriendo en esa iglesia de inmediato. Lo cual, evidentemente no era nada difícil para él. Las autoridades además se le acercaron para saber cuál era su criterio y escuchar sus consejos.
El Cardenal supo de inmediato quiénes estaban allí, por el párroco del venerado recinto y pidió que fueran desalojados sin violencia y respetados de acuerdo a la Ley. Al final fueron desalojados con toda delicadeza y enviados a sus casas.
Cuando el Cardenal respondió a la prensa sobre este incidente durante su gira por Estados Unidos, no quiso minimizar o descalificar a ninguno de aquellos actores, pero mucho menos quería que lo llevasen por el camino de criticar al gobierno de Cuba en el tono que unos pocos fanáticos de Miami, con mucho poder, exigen de las personas cuando hablan sobre Cuba. Ya el Cardenal ha criticado y critica como se debe, en los asuntos puntuales que corresponden a las obligaciones éticas y morales de su iglesia.
Lo que le molestó a Carlos Pérez, el director de la Oficina de Transmisiones a Cuba, es lo mismo que le molesta a ciertos poderes en Washington que no quieren admitir que el Estado cubano no es el ogro que quisieran presentar, que nada tiene que ver con el estalinismo, lo GULAG y los crímenes que por miles cometieron gobiernos militares aupados por Estados Unidos en Latinoamérica y el Caribe, durante los años del terror de las décadas del sesenta y setenta.
No le perdonan al Cardenal su honestidad. Por todos los medios y con ayuda de los santos deshonestos (si tal aberración existiese) quisieran en Cuba una Iglesia Católica lacaya de sus intereses. En definitiva no odian el lacayismo, al contrario, siempre y cuando sea a su favor, es bienvenido. Lo que no pueden admitir bajo ningún concepto son las conductas honestas.
Eso es lo que les molestó del Cardenal Ortega. Pena debía darles, por apelar a tácticas tan ruines a la hora de criticar las políticas de un gobierno, simplemente porque les faltan razones de peso para hacerlo con la debida objetividad y con apego a la verdad.
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