jueves, 31 de mayo de 2012
CARTA DE UN HONESTO HOMBRE Y COMBATIENTE DE AMERICA A SUS COLEGAS DE APIC
Gracias Frank, por esas generosas palabras suyas. Lo que aquì sucede es un proceso lento pero a paso firme; donde se cambia sin atropellar a nadie; sin aquellas pràcticas ortodoxas que hicieron a un viejo amigo, pensando en la revoluciòn Rusa, decir que las revoluciones se comen a sus hijos. No estamos exentos de exclusiones, pero por resultado de la dinàmica y cosas menores o dignas de lamentar. Aquì no se persigue ni a los enemigos, aunqqe alguna prensa diga lo contrario. Lo màs importante de este proceso, que se le percibe en todos los espacios, es que por encima de todo està la gente. Por esto, al presidente, las multitudes le aman. Decir que le respaldan es poco. La gente inteligente, estudiosa, que no privilegia la ventaja material, sin duda alguna le respalda, sin dejar de ventilar sus diferencias ocasionales. Quizàs este proceso no sea lo mejor que haya parido el mundo, pero en sus fines ulteriores, su estrategia y pràctica cotidiana lo hacen adorable para cualquier ser de buena fe. No importa su origen, religiòn, etc. Somos parte de un acontecimiento masivo, humanìstico, pulcro y rebosante de generosidad y buena fe.
El tenaz empeño del presidente - fìjate que no le llamo mi comandante y eso es importante en mi definiciòn y equilibrio del juicio- en la unidad de nuestros pueblos, la paz de Colombia, en polìticas solidarias con Cuba y los otros pueblos del Caribe, tareas en las que se ha jugado mucho, demuestran la grandeza del pueblo todo. Hablo no sòlo del pueblo nuestro, tambièn de nuestros hermanos, porque Chàvez no es màs que un humilde hombre pueblo en el poder de un paìs afortunado y generoso.
Frank, no es exagerado decir aunque los medios opositores y gringos digan lo contrario, que estas elecciones del 7 de octubre, colocan el ombligo de la Amèrica nuestra, exactamente en el punto donde se encuentran nuestro meridiano y paralelo principales. Saco esto del trabajo que recientemente te he enviado para la publicaciòn, en el cual me pregunto ¿dònde està el ombligo del mundo?
Aprovecho la ocasiòn para hacerte un comentario que me habìa reservado por mucho tiempo, quizàs porque suelo ser demasiado discreto en mis relaciones personales. Serìa bueno, no lo digo por tì, que no nos dejemos desviar por el recuerdo de pràcticas de "revolucionarios", amparadas en presunciones, que muchos hemos condenado. De lo que se trata es de liberar al hombre y garantizar que su trabajo, esfuerzo, deriven en beneficio suyo, del colectivo y no de quienes valièndose de viejos subterfugios, como eso del capital y la renta, mantengan en la miseria incluso a la mayorìa de los pocos que incorporan al trabajo y producen riqueza. No debemos olvidar, ni eludir la responsabilidad de los grandes paìses que procuran un escenario, viejo escenario, para sustraernos nuestras riquezas naturales y productos del trabajo. El sucio trapo rojo del anticomunismo, que encontrò excusas en conductas que tu y yo condenamos, no nos puede tapar los ojos a nosotros. Esos son los clavos calientes en los que se afinca el enemigo y estamos obligados a trozàrcelos.
Nuestro proceso està mostrando que hay otro y muchos caminos y conductas. Y si eso se generaliza, habremos encontrado el punto de uniòn para todos los hombres buenos y generosos.
Este texto es para ti y los compañeros de allà. Si te parece pertinente puedes ponerle en el blog.
Con todo el afecto de alguien que se pasò su vida anterior, desde la adolescencia, en lucha por cambiar mi paìs. Supe de errores, ligerezas, desaciertos, omisiones en aras de unos valores sin sustento, en un hablar de pueblo sin saber lo que eso era o significaba y la pertinencia de su participaciòn; pese a los estudios en escuelas de historia, sociologìa y economìa. Ahora sè bien porque decìamos aquello que la revoluciòn, el cambio, sòlo serìan posible si las ideas se internalizaban en el movimiento popular. Esta magia ha sido posible en gran medida por la conducciòn de alguien, a quien sus enemigos, curiosamente tildan de dictador.
Eligio Damas
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