PROGRESO SEMANAL
.Los bien conocidos secretos de “Fidel”, por Brian Latell
Miercoles, 04 April 2012 07:47 Saul Landau y Nelson P. Valdés Share | .Por Saul Landau y Nelson P. Valdés
“Muéstrenme donde está enterrado Stalin y les mostraré un complot comunista”
-Edgar Bergen
Durante 53 años, funcionarios norteamericanos y exiliados en Miami han tratado de asesinar a Fidel Castro 638 veces, derrocar su gobierno revolucionario y culparlo de numerosos pecados.
Los exiliados y funcionarios gubernamentales que lo reprenden aún no le han agradecido a Fidel que les provea de empleo a largo plazo. Dado su nivel de incompetencia para realizar sus sangrientos pero nada exitosos actos terroristas, escribir reportes estúpidos y erróneos, y proferir altaneras predicciones acerca de la realidad de Cuba y su futuro, parecen no estar calificados para otro trabajo –bueno, quizás como supervisores de la TSA (Administración de Vigilancia de Transporte).
Un beneficiado de Fidel, el analista retirado de la CIA Brian Latell (Los secretos de Castro: La CIA y la maquinaria de inteligencia de Cuba, Palgrave Macmillan) condena a Castro simplemente por informar al gobierno de EE.UU. acerca de las intenciones de Lee Harvey Oswald de matar a Kennedy.
Para sustentar esta acusación, Latell hace un refrito con la información de agentes de la inteligencia cubana entregada a la CIA acerca de lo que Castro sabía de las intenciones asesinas de Oswald, que él mismo gritó en el consulado cubano en Ciudad de México cuando trataba en vano de obtener una visa. Latell omite que agentes de la CIA en México, incluyendo al presidente Adolfo López Mateos, habían reportado esta información a la Agencia y que Fidel reveló el incidente en un discurso del 27 de noviembre de 1963. Latell ni siquiera pregunta por qué Oswald quería una visa cubana o por qué su colega en la CIA, David Attlee Phillips, lo envió en esa aventura.
Durante décadas, pesos pesados de EE.UU. (incluyendo al presidente Johnson y al periodista Jack Anderson) creyeron que Castro era el autor intelectual del asesinato de JFK. ¿Pero quién podría culpar a Castro de no revelar tal información a un gobierno que estaba tratando de asesinarlo? A no ser, por supuesto, que se trate de alguien que no tiene en cuenta los hechos o la razón.
En marzo de 1977, al responder a una pregunta de Bill Moyers acerca de la acusación hecha por el senador Robert Morgan (demócrata por Carolina del Norte) de que él había mandado a asesinar a Kennedy en venganza por sus intentos de asesinarlo a él, Castro explicó: “hubiera sido una locura total por parte de Cuba… arriesgar a que nuestro país fuera destruido por Estados Unidos. Solo a un loco se le hubiera ocurrido tal pensamiento”. Lógicamente, pensó Castro, “¿por qué eliminar a un adversario conocido a cambio de otro desconocido?” Comprendíamos a Kennedy al “observar su comportamiento en Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles”. Finalmente Castro dijo que el asesinato no cambiaba políticas. “Hubiera sido más fácil matar a Batista que realizar una guerra de guerrillas durante dos años, pero no hubiera cambiado el sistema”. (CBS Reporta, 10 de junio de 1977.)
Latell ignora tales declaraciones. Como muestra de un patrón de sus escritos futuros, el 18 de octubre de 1965, él brindó a la CIA en un memorando de inteligencia un análisis ajeno a los hechos. El rol en la política cubana de Che Guevara está declinando. Che “nunca se apartó de su firme posición revolucionaria, incluso cuando otros líderes cubanos comenzaron a dedicar su mayor atención a los problemas internos de la revolución”, escribió Latell. Su partida de Cuba “no dejó dudas que la posición más cautelosa de Castro acerca de la exportación de la revolución”, así como su enfoque económico diferente, provocaron la caída de Che”.
En realidad Che regresó de su fracasada misión en el Congo a prepararse para su intento y de Fidel de fomentar –en vano– la revolución en Bolivia. Fidel puso a sus mejores guerrilleros bajo las órdenes de Che. Es más, Cuba adoptó las perspectivas económicas básicas de Che desde 1966 a 1971 y expandió su papel en África de 1975 en adelante.
Igualmente, Latell saca su “evidencia” del conocimiento previo por Fidel del asesinato de Kennedy de una conversación con un oficial desertor de la inteligencia cubana, Florentino Aspillaga. En aquel día fatal, Aspillaga asegura que recibió la orden de monitorear las señales de radio provenientes de Dallas. Sorprendentemente, Aspillaga no reveló tal información cuando desertó. “Yo no digo que Fidel Castro ordenó el asesinato”, dijo Latell, “sino que no informó a funcionarios norteamericanos.
Latell admite que “predecir el fin del régimen de los hermanos Castro ha sido una propuesta fracasada durante los 51 años que ellos han ejercido el poder. Ha habido un número de ocasiones en que observadores dentro y fuera de la isla se han dejado convencer de que el capítulo final se acercaba. Yo mismo lo creí en una oportunidad”. (El informe Latell, marzo de 2010.)
En vez de reconocer que debe su carrera a Fidel, Latell conjetura que los discursos de Castro ocultan mensajes cifrados dirigidos a él. “Durante años he sido un objetivo de alta prioridad de la inteligencia cubana y sabía que Fidel estaba interesado en lo que yo decía y escribía acerca de él”. (Brian Latell, Después de Fidel, pág. 155.)
En su libro anterior, Después de Fidel, revela la locura que guía su método. El 11 de septiembre de 1989, Fidel habló acerca del hospital Salvador Allende en La Habana, donde una vez hubo “una plantación de mangos”. En febrero de 1990, en un discurso en la Universidad de Miami, Latell regañó a Castro por haber ordenado que se cortara un árbol de mango. Para tratar de demostrar la microadministración autocrática de Fidel, Latell había leído traducciones, no las palabras del Comandante en español, y de esa manera tergiversó la historia, El presidente de Cuba nunca ordenó el derribo; ni se refirió a un único árbol.
Fidel retornó al tema del mango el 5 de febrero, asegura Latell, tan solo para responder al ex analista de la CIA, pero sin mencionar el nombre de Latell. En realidad Fidel habló el 3 de febrero, dos días antes, pero tampoco mencionó la plantación de mangos ni a un árbol en solitario.
Latell cree que Fidel piensa en él de manera tan intensa que le sitúa espías en la Universidad de Miami para que graben sus discursos. “Reconozco que lo que dije estaría en un día o dos en los informes de inteligencia (presentados a Fidel), probablemente grabado por alguien en el público (en la Universidad de Miami) y luego transcrito y trasladado a La Habana”.
Finalmente, para encontrar posibles pruebas incontestables en el asesinato de Kennedy, Latell debiera acudir a sus amigos en el exilio cubano y a sus excolegas de la CIA. Ellos creen que Kennedy los traicionó en la Bahía de Cochinos, durante la Crisis de los Misiles, y al pagar rescate por la Brigada 2506, y por los rumores que habia negociaciones no reconocidas entre los dos países durante 1963. Cuando Kennedy murió, más de unos pocos exiliados derechistas cubanos celebraron el hecho.
Al igual que otros que durante medio siglo han participado en la política de EE.UU. hacia Cuba, Latell evoca a los tristemente célebres reyes Borbones de Francia; no aprenden nada y no olvidan nada; así que los hechos y la razón no los pueden confundir.
El filme de Saul Landau Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie se proyectará el 18 de abril a las 7:00 pm en el Centro Cultural Nyumburu de la Universidad de Maryland, College Park.
Nelson Valdés es Profesor Emérito de la Universidad de Nuevo México.
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