miércoles, 7 de marzo de 2012

"DIALOGO" CON CUBA

“Diálogo” con Cuba
Sin edición
Por Lorenzo Gonzalo, 5 de marzo del 2012

Varios amigos me han enviado un artículo del periodista de la BBC Fernando Ravsberg, donde critica a un tal Haroldo Dillas, a quien las emociones parecen obliterarle su formación sociológica y su visión política para el análisis. Este sociólogo dice que se niega a participar en un diálogo con el gobierno cubano porque dice que no es una representación legítima de la nación y que los invitados no representan a la emigración.

Decir que el gobierno cubano no es legítimo es como decir que la Luna no existe e interpretar como representación de la emigración a un grupo de emigrados cubanos invitados a Washington por el gobierno de Cuba, es no haber leído bien las invitaciones.

Por consiguiente voy a obviar al sociólogo Dillas, quien parece demasiado cargado emocionalmente y no quiere soluciones para su país y mucho menos para los emigrados que permanecemos en un limbo.

De Fernando Ravsberg tampoco diré mucho, porque insinúa que Cuba no requiere de los emigrados cubanos. No vamos a presentar situaciones y disyuntivas para demostrar que en este mundo, todos necesitamos de todos y que los estados representan a sus sectores sociales y ellos por sí solos no son nada. Por supuesto tampoco vamos a destacar que la emigración cubana, muy a nuestro pesar, se ha constituido en un sector con vida propia, aun cuando no esté institucionalizada (ojalá nunca llegue a estarlo), porque su nacimiento comenzó por una cadena de confrontaciones que la convirtieron en instrumento de Estados Unidos de América. A partir de esta observación podríamos destacar que es una emigración muy diferente a la de otros países, con otra gran desventaja: que carece de los derechos que se les reconocen a esos otros emigrados.

La emigración cubana además no solamente participa del fenómeno del envío de remesas a su país sino que es la única que se ha convertido en un porcentaje mayoritario, en términos absolutos, de su flujo de viajeros. Este año ese sector viajó 400,000 veces, lo cual significa que más de un cuarto de millón de personas visitaron la Isla en el año.

Independientemente de esto y muy a pesar de lo que hubiésemos querido quienes queremos a nuestro país, esa emigración, como sector ha sido convertida en una fuerza política en Estados Unidos, que según tengo entendido es un país poderoso, agresivo e inescrupuloso, con prácticamente un dominio total de la tecnología mundial del momento. Nos referimos que como segmento activo de la sociedad cubana también es una fuerza política del país agresor de la Isla. Toda emigración es un segmento de su estado pero no es un elemento activo, importante, con presencia como lo es la emigración cubana en su país.

Un grueso de la emigración cubana existente en Miami en la década de los años sesenta, fue convertido en punta de lanza para combatir el “comunismo” en América Latina.

La confrontación no concedió a Cuba el tiempo necesario para trazar una línea divisoria entre quienes emigraban víctima de las manipulaciones y quienes realmente respondían a las políticas de Washington. La urgencia provocada por la agresión estadounidense no dejaba espacio a otra política de estado que no fuese aquella que permitiera la supervivencia del poder. El resultado final fue que el fenómeno migratorio convirtió a simples emigrados en la fuerza política de un país que, no solamente es el más poderoso del mundo, sino que además nos odia y si no nos odia, nos ambiciona. Constituyendo esto último algo que, a estas alturas, por su obsolescencia, es casi un capricho infantil de peligrosas dimensiones.

En 1978, el gobierno cubano entendió la complejidad que podía significar una emigración con representatividad social dentro del cuerpo nacional y poco antes de 1978 ya intentaba cómo buscar vías para normalizar aquella situación, convirtiéndola en una emigración como la existente en el resto de los países.

El tiempo, implacable continuó su labor y llegó a convertir a aquellos cientos de miles de emigrados, que ya sobrepasan el millón, en un grupo con conciencia de sí, con existencia propia y que ha llegado a representar entre otras cosas, un factor económico de peso, hasta el punto que con sus pagos consulares en Estados Unidos, prácticamente mantiene la operación del Ministerio de Relaciones Exteriores del país y mal que bien, tendrá por muchos años representaciones en el Congreso en Washington. Quizás exageramos al decir que financia las relaciones exteriores nacionales, pero solamente el precio de casi 600 dólares por un pasaporte de seis años, representa 30 millones por año. Si a esto se le suma una infinidad de trámites migratorios más, la suma es sustancial.

Pero debemos agregar además que estos emigrados tienen un sentido de “cubanos con derechos ciudadanos” al que no renuncian, mantienen permanentemente un pie sentimental en la Isla y para rematar sostienen relaciones con todos los sectores económicos de Estados Unidos y son referencia para muchos y con seguridad lo serán por muchas décadas.

O sea, los emigrados, querámoslo o no, “son una relación comercial de gran peso para Cuba”. Ya quisieran países como Perú, Venezuela y en cierta medida México, contar con ese apoyo económico. Menciono tres países pero puedo abreviar espacio y decir que es envidiable para cualquier país de Suramérica.

Ravsberg de un plumazo le quitó esa importancia.

Por supuesto que esa no es la única razón por la cual el gobierno cubano otorga importancia a los emigrados cubanos. Ya cuando comenzó su aproximación con los más sensatos de ellos en 1978, probablemente la idea era evitar que se convirtieran en una fuerza de esa naturaleza. Cuando aquello, este segmento no representaba una fuerza, ni tampoco eran predecibles los beneficios económicos que podrían significar, pero sobre todo, era imposible prever el peso social que alcanzaría dentro del conglomerado ciudadano en Cuba. Era evidente que las políticas aplicadas por necesidad de la defensa, estaban haciendo más complejos los componentes sociales de la naciente nueva sociedad cubana, entre ellos su emigración y lo adecuado era detener aquel rumbo.

Washington quien ya contaba con todas las bases se adelantó y llevó un grupo de ellos a los más altos cargos políticos del país. Esta situación ha alcanzado un grado tan elevado, que ya hoy se habla de un Vicepresidente de origen cubano para Estados Unidos.

Como consecuencia de todo esto, el gobierno cubano lidia en la actualidad con una fuerza emigrada cuya existencia no hubiera deseado y Estados Unidos tiene respondones dentro de su “propia casa” que no estuvieron jamás contemplados dentro de ningún plan.

Que el gobierno cubano se reúna con los emigrados, es bueno, aunque solamente sea para degustar una tacita de café. Entre otras cosas, los emigrados cubanos se han convertido en el Departamento de Relaciones Exteriores más importante de Cuba, tanto es así que posiblemente Estados Unidos, que tiene ciudadanos emigrados en todo el mundo, donde la mayoría cooperan y defienden los intereses nacionales de Estados Unidos, se ha quedado corto en ese sentido.

En realidad la cita de Washington no es para un diálogo. No hay dos partes, sino una sola. Es una reunión compuesta por cubanos que representan una comunidad muy rica en dinero, pero sobre todo en cultura y hábitos, muy diversa y con grandes influencias dentro de Estados Unidos y funcionarios de la Patria común agredida. Son una sola gente, un mismo país. El tema será como siempre, compartir experiencias en la tarea común de convencer a Estados Unidos para que suspenda sus agresiones. La contradicción de esta cita, como la de las anteriores, exceptuando 1978, es que la agenda se confecciona unilateralmente, dejándose un “espacio de discusión libre” para el final de la reunión. Esto le resta seriedad a los ojos de muchos.

La cita cubana de Abril no tiene nada de novedoso. No están citando a nada nuevo y mucho menos se trata de la convocatoria a un diálogo. El Presidente Raúl Castro no ha dicho que va a comenzar un “diálogo” con los emigrados. Ha dicho que va a enmendar y a promover nuevas regulaciones migratorias para una comunidad que ha demostrado amar a su país. Hasta ahora el gobierno, que no es solamente su Presidente, no lo ha hecho.

Lo que ocurrirá en Washington en Abril es una continuidad de las reuniones migratorias de 1978 y especialmente del proceso que muy novedosamente fue retomado en la década del noventa.

Decir hoy que el gobierno cubano no es legítimo o que el gobierno cubano no necesita a la emigración cubana de Estados Unidos, es un horror de gran envergadura, tanto como decir que en este año 2012 ese gobierno está citando a un diálogo.

No hay diálogo. No hay dos partes. Los diversos segmentos del país seguimos conversando para analizar objetivos y resolver tareas pendientes para que Estados Unidos mejore las relaciones con el país. Esto es importante, pero también lo es la normalización migratoria y aunque es repetitivo, recuerden, el gobierno cubano es quien tiene la última palabra.

Respecto al estado cubano, hace tiempo que los emigrados tenemos con sus representantes una relación normal, aunque a la inversa…bueno a la inversa ya lo sabemos, no vemos aún un resultado similar.

A propósito, no sé si para Cuba son importantes las remesas de los emigrados y otros gastos mayores en los que acostumbra incurrir, pero para Brasil, que en breve sustituirá a España como potencia económica, las remesas representan un factor económico de envergadura.

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