Inmigración dificultades para una legislación
Por Lorenzo Gonzalo, 11 de noviembre del 2011
El tema migratorio ha mantenido su vigencia en Estados Unidos, y forma parte de las presiones que el Ejecutivo recibe por otros asuntos que también son de vital urgencia para la salud del Estado.
Las cuestiones migratorias tienen mucha importancia en este país, porque la descomunal producción y el acelerado desarrollo de su economía por cerca de doscientos años, demandó poblar el inmenso territorio a un ritmo que no era común para aquellos tiempos. Recordemos que de un millón de kilómetros cuadrados que formaban las Trece Colonias donde se originó la organización estatal de mayor significación que ha tenido la historia, en menos de cien años se transformó en un territorio de diez millones de kilómetros cuadrados.
Evidentemente un crecimiento de tal naturaleza demandó un ingreso de fuerza de trabajo de gran envergadura. La impresionantes vías fluviales, aparejado con las condiciones geográficas de cada una las regiones y la facilidad de conectarse entre ellas a través de sus impresionantes cauces, los caminos surgidos del desbroce de montes y las necesidades de mover las mercancías, maderas y animales, multiplicados casi geométricamente por una iniciativa que se enfrentó a muy pocas o ninguna regulación, sirvió de catapulta para colocar al país por encima de Europa. Recordemos que quienes llegaron a poblar esos territorios, no trabajaban en realidad para la Corona Británica, sino para las Compañías que recibían Cartas Reales y cuya función era crear riquezas y no extraerlas como ocurría con el resto de las colonizaciones.
Dado que las regulaciones migratorias fueron inexistentes durante los primeros doscientos años de ocupación territorial, desde 1609 hasta 1810, en que se fijaron las normas para el registro de los recién llegados por los puertos, el factor migratorio fue mitificado y engrandecido por las leyendas que acompañan este tipo de confusas informaciones sociales. Especialmente cuando se trata de reclamar derechos laborales o de estadía en el territorio, son características las expresiones que manifiestan que
“este es un país de inmigrantes” u otras por el estilo, reflejadas en la prensa y vociferadas desde el estrado por los candidatos que por razones de partido se disputan las administraciones estatales y sus poderes ejecutivos.
Con otros colonizadores no ocurrió lo mismo porque ocuparon las tierras a nombre y en representación de sus países de origen, especialmente España, quien llegó a ocupar espacios territoriales en casi todo el mundo conocido de los siglos XV y XVI. Por dicha razón aquellas personas nacionales de España, no se consideraban a sí mismos como emigrados. Se daba por hecho, que aquellas tierras eran definitivamente parte de España. Este criterio expresaba en gran medida un pensamiento mágico por extensión. Otros conquistadores también actuaban y pensaban de igual modo. Aquellas personas, que habían llegado a territorios a miles de kilómetros de distancia del suyo, que estaba ocupado por cerca de 70 millones de indígenas según cálculos de expertos en esta materia, asumían por derecho de fuerza, que los territorios les pertenecían al Estado del cual provenían. Dichos flujos migratorios no eran considerados por estas personas ni por sus gobernantes, como un desplazamiento similar al ocurrido durante centurias de pasadas épocas dentro de sus respectivas geografías. Sus antepasados de algún modo también fueron inmigrantes, buscando nuevos horizontes. La diferencia estriba en que un inmigrante es alguien que se traslada a un lugar que nada tiene que ver con su zona de origen, mientras los colonizadores españoles, al considerar que todo descubrimiento pertenecía al rey, a su religión y a su Estado, no desarrollaron el criterio que caracterizó desde un comienzo, a la nueva nación que se fue entretejiendo en el transcurso de los doscientos años que mediaron desde el desembarco por Chessapeak Bay, de un grupo de hombres y mujeres contratados por la Compañía de Virginia.
El proceso de repoblación de Norte América fue esencialmente diferente. Debemos recalcar la adjetivación esencial porque la manera en que los hechos se desarrollaron, concluyeron en un producto social con una superestructura gobernante novedosa, que probó estar a la altura de los acontecimientos históricos.
Para los ingleses, holandeses, escoceses y otros, provenientes en su mayoría de los Países Bajos, los nuevos territorios les pertenecían a las entidades de trabajo que los habían contratado. Para los accionistas era un mero negocio, por el cual pagaban cumpliendo con las Cartas Reales que los autorizaban a realizarlos y que les otorgaba la autorización para organizar diversas producciones. Aun cuando muchos consideraron que esas tierras eran un lugar bíblico, jamás enlazaron la existencia de esos territorios con sus lugares de origen. Por el contrario, ese pensamiento implícitamente destacaba la presencia de algo nuevo, un “paraíso” por hacer, que nada tenía que ver con la pertenencia a otra nación.
Como los territorios estaban parcialmente poblados, los ingleses y las otras nacionalidades que los acompañaron, establecieron con esos pobladores una relación de convivencia distanciada. Incluso los de la Compañía de Virginia, recién llegados levantaron altas empalizadas para mantenerse alejados de ellos, aunque negociaban, y establecían acuerdos. No mostraron un interés de integrarlos a su cultura y religión o de integrarse a la de ellos. En definitiva la inmensidad del territorio no estaba totalmente poblado por las personas naturales. La geografía era inmensamente infinita y estos eran infinitamente pocos en comparación. Estos grupos o comunidades primitivas eran diversos y constituían entidades humanas tan separadas, que ellos mismos sólo tenían el sentido de posesión del área ocupada.
Los recién llegados, al principio y durante décadas, se posesionaron de los lugares más desabitados y trataron en lo posible de desentenderse de los originarios, quienes de hecho conservaban mayoritariamente rasgos sociales nómadas, lo cual también los hacía extranjeros en el sentir de los otros pobladores originarios, que como ellos vivían en regiones diferentes desde épocas inmemoriales.
La riqueza territorial estadounidense, puesta a disposición de quienes no tenían un buen futuro en sus lugares de nacimiento, le permitió disponer a través de ese proceso, de una riqueza humana ávida de trabajo, que de ningún modo puede compararse con los procesos colonizadores españoles o de las otras nacionalidades que formaron parte de las historias de conquistas de la época.
La mayoría de las personas que llegaron por aquellos tiempos al Norte de América, traían el propósito de quedarse si las condiciones los favorecían. Llegaban con sus familias y no tenían compromisos afectivos más allá de las nuevas localidades que fueron fundando. No tenían interés por regresar. Fundaban y siempre fueron renuentes a que la Corona Británica, en las pocas oportunidades que se hizo realmente presente, les exigiese participar del fruto de sus esfuerzos,
Como toda concatenación de hechos, esta historia que hemos estado mencionando en otros trabajos, ha ido transformando la necesidades y creando otras.
Las nuevas personas llegadas a esos territorios, con conocimientos o habilidades varias, como la capacidad de procesar pieles, elaborar pescados procesados para la distribución comercializada, talar bosques, preparar las maderas y embalarlas convenientemente para ser enviadas a remotas regiones, la mayoría de ellas tan lejanas como Europa, representaban un preciado activo.
En ese proceso ciertas actividades que requieren una labor simple, quedaron rezagadas al pasar de los años, aunque no obstante su importancia, como es el caso de la agricultura, demandaban reemplazar la fuerza laboral que se iba perdiendo, por el desplazamiento de la mano de obra hacia las ciudades, cuyo crecimiento resultó explosivo a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Finalmente aquel devenir comenzó a transformarse, con la aparición de nuevas tecnologías que posibilitaban realizar las labores más fuertes con máquinas y lentamente la necesidad de ese tipo de mano de obra fue decreciendo.
Para entender cómo ha variado la correlación de la necesidad de fuerza de trabajo entre el trabajo simple y compuesto, debemos señalar que en el 2008 la cantidad de trabajadores agrícolas era de 821,700 trabajadores. La tercera parte de estos se ocupa de la producción animal. Esta cifra los expertos consideran que se mantendrá invariable, con excepción de un ligero descenso, durante la década comprendida entre los años 2008 y 2018. La única producción agrícola que pudiera presentar un ligero aumento, es el relacionado con las plantas ornamentales, por la tendencia creciente de los hogares y comunidades, de embellecer el entorno. Estos son datos de Buró de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de Estados Unidos.
En el año 1870, el 80% de la fuerza de trabajo radicaba en la agricultura, comparada con poco más del 2% en la actualidad.
Al mismo tiempo podemos señalar que en el año 1950, 200,000 trabajadores eran científicos e ingenieros. En la actualidad existen trabajando en empresas 3.4 millones de estos profesionales y si consideramos a aquellos que realizan labores por su cuenta, sumados a los anteriores tenemos un gran total de 10 millones.
De acuerdo a lo censado, entre 1990 y el año 2000, el crecimiento de científicos e ingenieros en la actividad laboral creció 3.6%, lo cual representa más del triple, comparado con el resto de las ocupaciones.
De todos los doctorados en ciencia e ingeniería, el 33% son extranjeros y el 25% de los estudiantes provienen de otros países, principalmente de China y la India. En el año 2003, el 40% de los doctores graduados en ciencia e ingeniería eran nacidos en el extranjero. El 57% de los doctores en ciencia y computación, el 57% de los ingenieros eléctricos, el 54% de los ingenieros civiles y el 52% de los ingenieros mecánicos, también han nacido en otros países.
Este cuadro permite darnos una idea aproximada de lo complejo que resulta el manejo de los asuntos migratorios por Estados Unidos, pues se trata de elaborar una legislación apropiada que no sólo proteja la fuerza laboral propia, sino que evite la existencia de una población numerosa que nada tienen que ver con las realidades ocupacionales que demanda actualmente el país. También deberán enfrentar en algún momento de la inevitable reestructuración, una adecuación racional a los nuevos requerimientos en materia de organización económica, al tiempo que deberán conciliar su política exterior con los países vecinos del Hemisferio, a quienes deben cuidar, especialmente evitándoles dificultades de gobernabilidad que puedan sumarse a las ya existentes con los problemas del narcotráfico y las pandillas.
Es una complicada labor, pues se trata de romper radicalmente con procedimientos migratorios que perdieron su vigencia desde hace décadas, pero han permanecido por razones políticas que las estructuras de Estado sustentadas en alternancias respecto a la dirección del poder, compuestas por grupos que forman parte de un mismo propósito, no puede dinamizar apropiadamente. Es precisamente éste último aspecto el que mayores dificultades crea.
Aunque ese tema no ha sido abordado conveniente y sistemáticamente hasta hoy, una atención seria de esa realidad, pondría en claro muchas de las razones de las crisis que vivimos. Innegablemente los procedimientos de partido en Estados Unidos, reducen la dirección política a una interminable competencia electoral, conducente a la permanente distracción ciudadana de los asuntos de mayor importancia para su bienestar y lo que es más grave aún, secuestran la labor de los dirigentes, apartándolos de su más importante rol, el cual consiste en administrar y buscar soluciones compartidas de las problemáticas nacionales.
Sería injusto pensar que el país no cuenta con dirigentes políticos electos, con la voluntad y la vocación social requerida para poner a un lado querellas partidarias. Mientras no se introduzcan elementales reformas al sistema electoral, al período de los mandatos y a los procedimientos orientados a las discusiones legislativas, no se podrá lograr un alejamiento de esos aspectos secundarios electorales y concentrar las energías en la denuncia y la discusión abierta sobre asuntos puntuales que afectan a todo el conglomerado.
La sociedad estadounidense se acerca cada día más a una crisis de sus estructuras políticas. No lo veremos quizás en vida, pero nos iremos de este mundo presenciando sus síntomas, los cuales se agravarán al pasar de los años, excepto que se emprendan las enmiendas necesarias.
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