LA BODEGA DE CATINO Y EL CAPITALISMO POPULAR
Maricori estudió a un viejo bodeguero cumanés
Eligio Damas
Río Viejo, es una aldea cumanesa, como me gusta llamarle, ubicada entre Cochabamba y Las Palomas; allí nací y de ella salí como a los dieciséis años, para no volver más nunca por aquello que no debe sucederle a los muchachos pobres y a quienes asumen el reto por un país mejor en un universo de ególatras y sanguinarios. Pero pese a todo, allí están mis recuerdos más hermosos y los motivos que me hacen escribir, vivir y soñar intensamente.
En aquella bucólica aldea, entonces en gran medida de pescadores, Castillito, la playa, queda muy cerca; en una esquina de lo que un buen día que nos invadió el “progreso”, comenzamos a llamar “la carretera”, estaba la bodega de Catino.
Catino, dueño de aquella bodega bien surtida, como un reto al capitalismo clásico, el mismo que popularizó un aviso según el cual “aquí murió el fiar porque le ayudó a morir el mal pagar”, generalmente exhibido en aquellos negocios, fue el creador, por lo menos en nuestro espacio, de eso que Marìcori, ahora reivindica con puros fines electorales de un “capitalismo popular”. El bodeguero cumanés se prodigaba en fiar, sin intereses y hasta ñapa daba de manera generosa a quienes allí acudíamos por los mandados de la casa. Cada muchacho además, tenía en los armarios de la bodega una botella a la cual se le introducían granos en la medida que compraban; cuando aquella se llenaba, por orden de Catino, se le inventariaba o contaba uno a uno los granos y según el resultado se premiaba. Era aquella una forma de dispensar una ñapa adicional. Era una infantil, si es válido decirlo de esta forma, manera de repartir la renta.
Justo cuando uno llegaba a la primera base, gritaba nuestra madre desde la puerta o el fondo de la casa:
¡Muchacho, ven pa` que vayas a la bodega a comprà manteca!
Pese detener el juego y sustraerlo a uno del mismo en momento crucial, íbamos corriendo y hasta alegres para volver con prontitud y a que Catino continuase llenándole la barriga a la botella.
Mi primo Fociòn Serrano, excelente narrador de beisbol, y Pancho Pepe Croquer, su maestro, hicieron popular al viejo Catino, cuando en determinadas circunstancias del juego, usaban un refrán de mi aldea, relacionada con las actividades del bodeguero, que decía “ni un ciego Catino”. Claro, no siempre mencionaban el nombre del bodeguero; a veces se limitaban a lo de “ni un ciego”, cuando se trataba de hacer referencia a una situación obvia del juego.
Pero aparte de la doble ñapa, el viejo bodeguero se mostraba inusualmente generoso al fiar a todo aquél, que unos cuantos eran, que lo solicitasen. No pedía fianza, fiador, constancia de trabajo y menos detalles acerca de los ingresos, le bastaba la palabra y buena fe de su clientela. Y el día de pagar casi todos cumplían religiosamente y quien no podía hacerlo acudía a presentar sus excusas.
Y dígame cómo llevaba las cuentas de lo fiado. El señor del cachimbo, tanto. La señora tuerta, veinte, la quería del zapatero, cincuenta y así sucesivamente. No había pele ni reclamos; todo claro y limpio estaba.
Anotaba y cobraba exactamente el valor del fiado. No había trampas como cuota balón o mexicana, menos arrume de intereses.
Pero hay más cosas; Francisco o Catinito, su hijo menor, solía quedarse al frente de la bodega mientras el viejo y Esteban, el mayor, descansaban. Aquél aprovechaba para “cuartearse” o sustraer dinero del cajón. Por ese proceder, los fines de semana, el muchacho disponía de suficiente dinero para, generoso como el padre, pagarnos a unos cuantos las entradas al cine, buena cantidad y variedad de golosinas. Otra manera de distribuir las ganancias del negocio de aquel singular bodeguero.
Piensa uno sanamente que Maricori, muchacha “altruista”, formada entre gente con la generosidad y confianza como la del viejo bodeguero de mi barrio, entre los cuales destaca su pariente Guillermo Zuloaga, quien en un arrebato de bondad y virtuosismo confesó, “puede que especulemos pero damos empleo”, al ser agarrado con las manos en la masa, puede estar pensando en un proyecto de capitalismo popular inspirado en Catino, pero de nombre o de la boca para afuera. Tomando en cuenta su escuela, sus vínculos estrechos con Bush, la banca privada nacional e internacional, quienes financian su campaña y su fe en las recetas neoliberales que al mundo llenan de indignados, no puede ofrecer nada concreto que la asocie a la conducta de Catino.
Pero Maricori creyó encontrar la clave para que indignados del mundo vuelvan a sus casas y salvar al capitalismo de la debacle. Seguirá en lo mismo, “pa` atrás ni para coger impulso”. Pero gritará donde vaya: ¡Viva el capitalismo popular! Habrá quien caiga. Para eso es bueno el autobús de Capriles. ¿Acaso no fue exitoso el Papa cuándo habló de capitalismo salvaje? ¨ ¡Quién quita!
¿Qué le vas a criticar a su propuesta?
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