Ligia Guillen
Leer la noticia sobre la visita del ex gobernador Bill Richardson a Cuba me hizo recordar varios sucesos históricos que involucran a Washington con países pequeños, donde queda demostrado que el liderazgo norteamericano todavía no ha puesto los pies en la tierra.
En Estados Unidos, los líderes, sean demócratas o republicanos, siguen con la idea un tanto “imperialista” de ver la realidad. Se acostumbraron a ser los “dueños y señores” de gobiernos y pueblos alrededor del mundo con su poderío militar e conómico, y no se han dado cuenta de que todo eso ha cambiado en las últimas décadas.
Ese concepto les hace actuar (talvez en algunos casos inconscientemente) con arrogancia y prepotencia. Eso es lo que ocurrió con Richardson en su viaje a Cuba. Según se desprende de las noticias, él viajó por su propia iniciativa a la Isla.
Se presentó allá y tras llegar pidió reunirse con Alan Gross, ciudadano estadounidense, quien se encuentra cumpliendo condena por entregar a judíos cubanos equipos de comunicación, financiados por la Agencia para el Desarrollo Internacional, USAID. La historia de esa agencia todos la conocemos.
Después de varias gestiones infructuosas para que le entregaran al prisionero, Richardson demostró su prepotencia diciendo que “no saldría de la Isla hasta que le entregaran a Gross”. Al no conseguirlo, regresó a Miami y en declaraciones a la prensa manifestó que la actitud de La Habana de no cumplir su deseo, demuestra que no desea mejorar relaciones con Washington.
Yo quisiera saber ¿qué ocurriría si un exfuncionario cubano llegara a Estados Unidos con visa privada y al llegar dijera que se quedaría aquí hasta que le entregaran a los cinco muchachos condenados por las leyes estadounidense bajo cargos de espionaje. Que al no conseguirlo, regresara diciendo que Washington no desea mejorar las relaciones porque no cumplió su deseo?.
¿Qué le hace pensar al ex gobernador que sólo por su presencia en Cuba las autoridades se pondrían a su servicio para hacer lo que deseara? Los líderes norteamericanos son muy celosos en demostrar su poderío y autoridad y en lanzarse a cualquier guerra extranjera para “defender su soberanía” aunque ésta no se encuentre en peligro. Pero no recuerdan que los Estados, pequeños o grandes, ricos o pobres, son soberanos y tienen también sus propias leyes que deben cumplir los nacionales y los extranjeros.
La Habana había guardado silencio hasta hoy, jueves 15 de septiembre, en que aclaró que el señor Richardson no mencionó el caso Gross antes de viajar. Es decir pidió visa en carácter privado y sólo al estar allá quiso discutir el asunto como si se tratara de una cosa trivial y sin importancia, dando por seguro que inmediatamente las autoridades cubanas accederían a sus peticiones.
Ya es hora de que los que gobiernan, legislan, mandan en Washington se den cuenta de que su imperio están en decadencia desde hace décadas, que no pueden hacer y deshacer a su antojo en los países extranjeros, como lo hicieron desde 1852. Desde esa fecha hasta 1989 Estados Unidos intervino por diversas razones, enviando a sus “marines”, en unas 30 misiones de ocupación en América Latina solamente.
Según el historiador Edward Gibbon, quien escribió la Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, “una de las causas fundamentales para ese desastre fue la pérdida de la virtud republicana, el momento en el que la irracionalidad ocupa el poder”, (léase republicana, de República, no de ideología partidista).
Y no agrego nada más pues todos nosotros estamos viendo que lo que pasa en Washington es eso precisamente. Una situación de verdadero bochorno y tristeza para los estadounidenses.
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